Research Department: Collaborations
07-02-2022

SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON BUENAS

María José Martínez. Diari de Tarragona

No sé si será solo en mi ciudad, pero este año he detectado una fuerte reducción de las luces navideñas en las ventanas y balcones de los hogares. Una de las explicaciones podría ser la subida del precio de la luz. Aunque el componente energético ocupa los titulares, es la inflación en términos generales la que está afectando (negativamente) a nuestro poder adquisitivo. El desajuste entre la oferta y la demanda ha sido el principal foco de esta situación, bien por la destrucción de capacidad productiva (cierre de empresas o falta de inversión en las existentes) o bien por los cierres temporales establecidos para frenar la expansión de las diferentes variantes del virus. A todo ello tenemos que añadir, diversos eventos meteorológicos, así como la regulación sobre el consumo energético que han supuesto un aderezo adicional a la situación actual.

El primer punto a tener en cuenta es la forma de medir la inflación. Se hace de forma incremental, de tal manera que el punto de partida es importante. En el caso de la referencia española, si tomamos como referencia noviembre de 2019, el indicador ha subido un 4,6%, esto es un 2,3% anual. El segundo y más importante, es que estos desequilibrios llegarán a un punto de equilibrio en mercados sin restricciones, por ejemplo, se estima que con el incremento de capacidad en el mercado de chips puede que terminemos con exceso de producción en 2022. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la demanda va a ir perdiendo impulso a medida que vayan desapareciendo o diluyéndose catalizadores como las ayudas estatales a los consumidores, a través de cheques directos y subvenciones, y el ahorro acumulado. Adicionalmente, conforme el virus deje de ser pandémico y pase a ser endémico deberíamos ver una liberalización de la movilidad de las personas y con ello a una normalización que podría dirigir parte del presupuesto que hasta ahora se ha centrado en consumo de bienes hacia el sector servicios (aliviando la presión que la demanda está llevando a cabo sobre el primero).

Son los llamados “efectos de segunda ronda” los que hay que vigilar con mayor atención. La espiral precios – salarios es un círculo vicioso en el que, como en el caso del huevo y la gallina, no se sabe al final cuál es el efecto y cuál es la causa, pero con idéntico resultado: pérdida de competitividad y capacidad de compra. Se han perdido más de 7 millones de empleos según datos de la OCDE, jubilaciones y razones sanitarias, entre otras, han hecho que haya escasez para cubrir determinados puestos, sobre todo, en el sector servicios. En consecuencia, será la evolución del empleo y en particular los costes laborales, una de las claves para no solo los bancos centrales y sus políticas de tipos de interés, sino también para las empresas en tanto en cuanto sean capaces de trasladar los mismos a los precios finales de sus productos. Salvo honrosas excepciones cinematográficas, en este caso sí que se cumple que segundas partes, nunca fueron buenas.

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