Servicio de estudios: Colaboraciones
25-11-2007

La feria de las vanidades

Estos días he leído “La feria de las vanidades” de William M. Thackeray, obra en la que podemos conocer la forma de vida de la sociedad inglesa de mediados del XIX (no confundir con “la hoguera de las vanidades” de Tom Wolfe).

Con gran naturalidad, al igual que se describen escenas de bailes, paseos en carruaje, la batalla de Waterloo, etc., el autor hace menciones como ésta: “... mientras que Raggles tenía que pagar impuestos y tasas, así como el interés del dinero que había pedido prestado, el seguro de vida, las cuentas del colegio de sus hijos, ...”. O esta otra: “... Tom había colocado toda su fortuna en una renta vitalicia, por lo que podía permitirse no mirar con malos ojos a sus sobrinas y sobrinos, ...”.

Resulta sorprendente que en la Inglaterra de 1848, año en el que Thackeray escribió esta obra, el seguro formara parte de manera tan natural de su sistema de vida y que, sin embargo, en España todavía hoy no tenga el peso específico de otros países.

Aunque en lo relativo a la técnica aseguradora no tenemos nada que envidiar, choca con nuestra actitud en el momento de contratar un seguro. El ejemplo más cotidiano lo encontramos en el momento en que se concede una hipoteca. Aunque parece evidente la necesidad de suscribir una póliza de hogar, de vida y, en la mayoría de los casos, la conveniencia de un seguro de desempleo, ¡cuantos inconvenientes encontramos para contratar esas coberturas! Esto es así porque no pensamos que con ellas quedamos protegidos nosotros y nuestra familia de los riesgos que más nos preocupan y que son más frecuentes.

Carlos Luis Falcón Lambán (cfalcon@ibercaja.es). Ibercaja Mediación de Seguros. Heraldo de Aragón, 25 de noviembre de 2007.

A TENER EN CUENTA

A nadie le parece extraño que la cultura del seguro en el mundo anglosajón nos lleve algunos años de ventaja. Se puede ver en estadísticas, anuarios, etc. Pero cuando la vemos integrada plenamente en su sistema de vida ya a mediados del siglo XIX, nos damos cuenta que, aunque cueste reconocerlo, queda todavía mucho camino por recorrer.


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