Servicio de estudios: Colaboraciones
05-04-2009

¿Hay vida más allá de 2009?

Las previsiones de crecimiento del PIB de las principales potencias mundiales, publicadas en las últimas semanas por diferentes organismos, dibujan un panorama económico desolador para 2009. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) coinciden en anticipar una fuerte contracción del bloque de países desarrollados para este ejercicio, del 3,2% del PIB en el caso del FMI y del 4,3% del PIB según la OCDE.

Las estimaciones relativas a la evolución de los flujos de comercio y de capitales a nivel global evidencian igualmente la magnitud histórica del ajuste. A la par, los generalizados y vertiginosos repuntes en las tasas de paro corroboran que las turbulencias se están trasladando también con velocidad al mercado de trabajo. En definitiva, parece que 2009 va a ser el año central de la crisis, al menos en lo que a la escala global se refiere, puesto que las mismas fuentes creen que la caída se amortiguará notablemente ya en 2010.

Pero, como ocurre siempre, los mercados financieros se han adelantado ya a esta debacle de la economía real. Su trayectoria en los últimos trimestres así lo certifica. En una primera evaluación de daños, podemos enumerar los siguientes: “evaporación” de casi la mitad de la capitalización bursátil mundial con respecto a los máximos registrados a mediados de 2007; hibernación de los circuitos mayoristas de crédito; pérdidas declaradas superiores al billón de dólares en entidades financieras de todo el mundo; decenas de compañías cotizando por debajo de su valoración en libros, etc. Es decir, los mercados han descontado ya un escenario prácticamente apocalíptico.

En sentido contrario, las Bolsas proporcionarán también las primeras señales de recuperación económica que, tarde o temprano, llegará. En mi opinión, tienen que confluir cuatro factores esenciales para cimentar con solidez el punto de inflexión en la trayectoria bajista de la renta variable, confirmando que hay vida más allá de 2009.

En primer lugar, la estabilización del convulso mercado de la vivienda de Estados Unidos y en particular de los precios de las casas, epicentro primario del terremoto, que resulta imprescindible para normalizar los mecanismos de valoración de los activos inmobiliarios y, por extensión, de las titulizaciones y los productos estructurados que cuentan con este subyacente.

En segundo lugar, la reconstrucción de la arquitectura financiera global, que devuelva la confianza y reactive los aletargados cauces de transmisión de fondos, de manera que entidades financieras, empresas y familias accedan con menores dificultades a la liquidez, aunque sea a precios más elevados que en el período 2003 – 2007.

En tercer lugar, el mantenimiento en los niveles actuales de los precios de las materias primas, especialmente del petróleo. De este modo, las tensiones inflacionistas permanecerán controladas, a pesar de la presión originada por el impulso fiscal y monetario sin precedentes llevado a cabo por Gobiernos y Bancos Centrales.

Por último, el descenso de los stock de existencias acumulados por las empresas y distribuidores comerciales que, junto con la mayor fluidez de la financiación y la contención de los costes de los aprovisionamientos, permitan poner en marcha de nuevo el engranaje de la producción industrial.

Enrique Barbero Lahoz (ebarbero@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 5 de abril de 2009.


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