Servicio de estudios: Colaboraciones
21-02-2010

El fin de la Gran Moderación

Nos habíamos malacostumbrado. Tras un cuarto de siglo con crecimientos económicos relativamente altos y estables, y niveles de tipos de interés y de inflación a la baja, creíamos que los ciclos económicos habían, si no desaparecido, sí reducido su efecto enormemente. El escenario se había caracterizado por una creciente fuerza laboral, tanto en los países desarrollados como posteriormente en los emergentes, y un exceso de ahorro que, junto con la ausencia de presiones inflacionistas, había abaratado el coste de financiación para todos los agentes.

Muchos analistas fijan el final de la era de la Gran Moderación (llamada así en contraposición con la Gran Recesión de los años 30) en la crisis financiera de 2008. La avaricia de los banqueros habría acabado con la idílica situación. No obstante, un análisis más completo revela que ésta no es sino una más de una serie de crisis financieras parecidas que empezaron a ser más frecuentes desde mitad de los años 90: la crisis “tequila” en el 94, los mercados asiáticos en el 98, las compañías tecnológicas en el 2000, y finalmente, el mercado de crédito en los últimos años. Sin duda, un escenario de mayor estabilidad en el crecimiento económico ha venido acompañado de una mayor volatilidad en los mercados financieros, provocada por la sucesiva formación de burbujas financieras y su posterior explosión.

Eso sí, el efecto de esta última crisis ha sido brutal en las cuentas de todos los grandes Gobiernos. Las políticas de reactivación de la demanda a través del gasto público, tantos años en desuso, volvieron a ponerse de moda como la única salida del círculo vicioso que la crisis había generado. Los déficit públicos alcanzados en 2009 por algunos países como Estados Unidos no se habían visto desde la Segunda Guerra Mundial. El ratio de endeudamiento de los países del G-20 se estima que pase del 79% en 2006 al 100% en 2010. Los Gobiernos pensaban gozar de un periodo de gracia para reconducir la situación, un par de años por lo menos, pero los mercados son caprichosos: todo el gasto que les pedían el año pasado es el que ahora les echan en cara en forma de inestabilidad en los mercados de deuda pública.

Esta crisis, además, ha tenido “la mala suerte” de coincidir con un periodo en el que las fuerzas estructurales que fomentaron la Gran Moderación están desapareciendo. El envejecimiento de la población está haciendo que la aportación del factor trabajo al crecimiento de la economía vaya a ser claramente menor en los próximos 30 años de lo que ha sido en los últimos; y el porcentaje de población en los grupos de edad con más propensión al ahorro ha tocado máximos o lo hará en los próximos años en todas las economías importantes, incluso en países como Brasil, China o Rusia.

Simulaciones llevadas a cabo por el FMI sugieren que el endeudamiento de los países de la OCDE puede aumentar 50 puntos porcentuales hasta 2030, exclusivamente por el aumento del gasto relacionado con este envejecimiento. ¡Más del doble del efecto de la crisis financiera! Por lo tanto, el debate sobre el futuro de las pensiones no es algo nuevo, ni ha cambiado en demasía por la crisis financiera; simplemente, ha empeorado el punto de partida para afrontarlo. En línea con su actitud habitual frente a los problemas, los políticos tratan de retardar las medidas para que sean otros los que tengan que darnos las malas noticias.

Óscar del Diego Ereza (comunicacion@ibercaja.es). Ibercaja Gestión. Heraldo de Aragón, 21 de febrero de 2010.


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