Servicio de estudios: Colaboraciones
07-03-2010

La deteriorada salud de las cuentas públicas

Se suele decir que no nos acordamos del buen estado de nuestra salud hasta que lo perdemos. Con las cuentas públicas parece que sucede algo similar. En las últimas semanas, desde que se comenzó a cuestionar la solvencia de la deuda soberana de Grecia, la atención de los inversores y del público en general se ha centrado en esta cuestión, que creemos será un tema recurrente en los próximos años.

La gravedad de la crisis que todavía estamos sufriendo requirió medidas extraordinarias por parte del sector público, tanto desde el frente monetario (los bancos centrales), como desde el fiscal, del cual nos ocupamos en este artículo. Las políticas expansivas implementadas han contribuido a evitar una gran depresión similar a la que hubo en los años 30, pero a costa de unos fuertes desequilibrios que amenazan la sostenibilidad de las cuentas públicas y el crecimiento futuro.

A los estabilizadores automáticos (el incremento del gasto público, principalmente por el pago de subsidios de desempleo, y la reducción de los ingresos por el descenso de la recaudación derivado de una menor actividad económica) se han sumado los programas específicos de exenciones fiscales y subvenciones, sobre todo al consumo, en un intento de reactivar la economía que ha obtenido ciertos resultados, pero que también ha supuesto un aumento de los déficit públicos hasta niveles no vistos en las últimas décadas.

Un caso paradigmático es el de Estados Unidos, donde el déficit ha superado los 1,4 billones de dólares, más de un 10% de su PIB, un importe similar al total del PIB español y al 2% del PIB mundial. En el conjunto de Europa, el deterioro no ha sido tan acusado, pero también se han alcanzado cotas de déficit desconocidas en la historia reciente. La Comisión Europea prevé que en 2009 el déficit de la zona euro alcanzase el 6,4% del PIB, más del doble que en cualquier otro año desde la implantación de la moneda única. Dentro de la zona euro, hay casos más extremos, como los de España y Grecia, donde el déficit se ha situado en el 11,4% y el 12,7% del PIB, respectivamente.

Estos desequilibrios no se pueden mantener de forma indefinida. Ha de reducirse el déficit para evitar que aumente la deuda pública hasta niveles inabordables que impliquen la quiebra de los tesoros públicos.

La gravedad de la situación reside, más que en el déficit en sí mismo, en la capacidad de reconducirlo y en el nivel de deuda pública que ya exista. En Estados Unidos, se espera que la deuda pública bruta alcance el 93% del PIB en 2010, frente a un 84% en la zona euro, un 66,3% en España y un 124% en Grecia. Aunque quizá la comparación sería más ajustada si enfrentásemos la deuda con los ingresos públicos, en cuyo caso, el ratio rondaría las 3,3 veces en Estados Unidos y Grecia, las 1,9 en España y el conjunto de la zona euro.

Las posibilidades de reconducir los déficit dependen del crecimiento económico de los próximos años (a mayor crecimiento, menor déficit) y de la voluntad y capacidad de los Gobiernos para reducir los niveles de gasto y / o incrementar sus ingresos (básicamente, subir impuestos). Ambas medidas son impopulares y restan crecimiento económico, pero pueden ser ineludibles para asegurar la solvencia del Estado y evitar dolencias aún mayores. La actuación de los Gobiernos va a ser más analizada y cuestionada que nunca, y deberán responder al reto que afrontan racionalizando su gasto con criterios tanto de productividad económica como de justicia social.

Santiago Martínez Morando (smartinezm@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 7 de marzo de 2010.


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