Servicio de estudios: Colaboraciones
21-03-2010

No dejemos hundir de nuevo al Titanic

Grecia ha llegado a una encrucijada. Por primera vez, la eurozona mantiene un estrecho control sobre la política fiscal y económica de uno de los países miembros de la unión monetaria europea. Y es que ha quedado patente que un miembro con débiles fundamentos económicos puede perder con rapidez la confianza de los mercados financieros globales ante una grave crisis presupuestaria. Esto ha planteado preguntas en torno a cómo sería posible ofrecer apoyo a un estado miembro y, simultáneamente, evitar la amenaza de impago cuando ese país esté consolidando sus finanzas. Estas funciones las ha asumido tradicionalmente en muchas crisis el Fondo Monetario Internacional (FMI), con buenos resultados. Pero, para un miembro de la unión monetaria, este enfoque no está exento de problemas, ya que la política monetaria es un área central de la política común. Por tanto, la implicación del FMI está siendo objeto de un acalorado debate.

En los últimos días hemos oído diversas voces procedentes de Alemania que defendían la propuesta de crear un Fondo Monetario Europeo (FME) para evitar en el futuro la bancarrota de sus socios, insistiendo que con esta nueva institución no se buscaría resolver la actual crisis de deuda que afecta a Grecia. Dicho Fondo Monetario sólo para Europa serviría para enfrentar crisis similares a largo plazo y, en definitiva, supondría volver a redactar las reglas de permanencia de los 16 integrantes de la zona euro, así cómo incorporar medidas más estrictas, hasta incluso la hipotética expulsión de un miembro que no pueda llegar a ordenar sus finanzas.

No obstante, desde la propia Unión Europea se ha dudado sobre dicha idea, cuestionando quién lo financiaría y diciendo que debería mantenerse el principio de no rescate para los países en problemas financieros, ya que tal fondo debería proteger eventualmente los intereses del conjunto de la zona euro y no los de los países miembros de manera individual.

Y es que en estos momentos, bajo las reglas de la Unión Europea, ni el bloque como un todo, ni estados miembros individuales, pueden asumir las deudas de otros países. Grecia realmente debe mostrar que ha tomado medidas para poner sus finanzas públicas en orden por sí sola. Así, ha anunciado que espera reducir su déficit presupuestario este año al 8,7% del Producto Interior Bruto desde el 12,7% que alcanzó el año pasado. El mencionado plan de austeridad ha reducido la preocupación del mercado sobre si Grecia será capaz de pagar su deuda y le ayudó a vender sus bonos con facilidad en los mercados de deuda a comienzos de este mes de marzo. Pero el Gobierno aún está buscando la forma de mejorar sus costos de endeudamiento, aún muy superiores a los de otros países europeos.

Lo cierto es que el debate está asentado, aunque lo importante es tomar medidas para evitar, no tanto la crisis de Grecia, como otras que puedan surgir eventualmente en el futuro y evitar que este gran barco, que es la Unión Monetaria, se convierta en otro Titanic, imposible de reflotar. En tanto, los mercados siguen teniendo todavía muchos frentes abiertos aparte de éste: las perspectivas de la política monetaria en Europa y Estados Unidos, la situación económica general y la crisis bancaria en la que todavía es necesario que la banca siga ajustando su balance.

Beatriz Catalán Corredor (comunicacion@ibercaja.es). Ibercaja Gestión. Heraldo de Aragón, 21 de marzo de 2010.


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