Servicio de estudios: Colaboraciones
09-05-2010

Rota la barrera psicológica: 20,05%

Ya es oficial. Según el INE, hemos superado el 20% de desempleo. Esta tasa dobla actualmente la de otros países afectados por la crisis internacional: 7,8% en Reino Unido, 8,8% en Italia, 9,7% en Estados Unidos ó 10,3% en Grecia. Pero es que, ni siquiera en el periodo de bonanza, tras 15 años de crecimiento económico ininterrumpido, bajó del 8%, cuando en otros países miembros de la zona euro, como Holanda, rondaba el 3%. Algo no funciona en nuestro mercado de trabajo.

En no pocas ocasiones se ha intentado simplificar el debate hablando de una hipotética reforma laboral centrada en la reducción del coste del despido, cuando el problema es mucho más complejo y, por su relevancia, merece un análisis profundo.

Entre los expertos hay bastante consenso en la necesidad de emprender reformas de calado e incluso en la dirección que éstas deben tomar. Hace falta una mayor flexibilidad en la contratación, los procesos de negociación colectiva, el número de horas trabajadas en los empleos a tiempo parcial, una reducción de la burocracia para autónomos y emprendedores, etcétera. Y esta flexibilización no debe significar una reducción de los derechos sociales adquiridos por los trabajadores, sino una extensión hacia los colectivos más desamparados, como son el de los temporales, el de los que buscan empleo y el de quienes lo encuentran pero en unas condiciones desventajosas respecto a los trabajadores más protegidos.

Estas reformas contribuirían a la recuperación económica tras la grave crisis que estamos sufriendo, sobre todo en aquellos sectores que presenten un mayor dinamismo a medio y largo plazo, pero no suponen un elixir mágico contra el elevado desempleo que padecemos, pues hay un grave problema de base.

La mayor parte de los más de dos millones de empleos destruidos durante la crisis se han perdido en sectores que no van a recuperar su dimensión anterior en los próximos años, es decir, que necesitarán menos trabajadores de forma estructural. Entre estos sectores destacan el de la construcción (y sus satélites) y el de la industria de componente tecnológico medio y bajo, que compite con la de países emergentes más productivos en este segmento de la economía. Un resultado de esta coyuntura es el rápido crecimiento de los parados de larga duración, que ya rondan los 1,8 millones.

Tanto para esa fuerza laboral, que difícilmente recuperará su empleo previo a la crisis, como para quienes se incorporan ahora al mercado de trabajo, resulta imprescindible una formación adecuada. Por este motivo, la preocupante tasa de abandono escolar y universitario, la inadecuación entre lo estudiado y las necesidades de la vida profesional, y el encauzamiento del dinero público hacia los subsidios de paro en detrimento de las políticas activas de fomento del empleo, son malas noticias.

El paro ha sido un problema recurrente en nuestro país durante las últimas décadas, hoy vuelve a serlo y la situación se puede agravar en los próximos años en caso de que se perpetúe la elevada tasa de paro mientras finalizan las prestaciones sociales a los desempleados. Es necesario un marco institucional propicio en los terrenos educativo y laboral, pero también es imprescindible la iniciativa personal de cada uno. La crisis nos ponen a prueba, y en este entorno, donde tanto abundan las amenazas, no queda otro remedio que buscar las oportunidades.

Santiago Martínez Morando (smartinezm@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 9 de mayo de 2010.


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