Temporada de otoño
Si mi calendario no falla, estos días hay prácticamente las mismas horas de luz que de oscuridad. En las bolsas parece ocurrir algo parecido. Durante los últimos meses, los mercados han pasado de ver el vaso medio lleno a medio vacío y viceversa, sin que las condiciones económicas cambiasen sustancialmente. Pero no lo han hecho sólo llevados por su carácter voluble y antojadizo, sino porque el panorama es tan incierto que resulta extremadamente difícil decidirse por inclinar la balanza a un lado o al otro.
La salida de la crisis de Estados Unidos ha sido más rápida de lo que se preveía hace un año, cuando el riesgo de caer en una segunda gran depresión era amenazadoramente alto, pero también es cierto que está perdiendo vigor. Los indicadores de confianza muestran síntomas de agotamiento y la industria crece menos que hace unos meses. Empezar a salir del abismo era fácil desde niveles tan bajos, pero seguir subiendo es más duro, sobre todo cuando se carga con una pesada piedra como es el elevado endeudamiento, tanto del sector privado como del público. Los volúmenes de producción que había antes de la gran recesión no se han recuperado, de forma que la economía aún tiene unos excesos de capacidad que implican escasas necesidades de empleo y presiones a la baja para los índices de precios. En este contexto, y con el Gobierno conteniendo sus políticas expansivas para reducir el déficit público, es difícil prever tasas de crecimiento económico elevadas.
En Europa, la recuperación ha llegado algo más tarde, pero también está perdiendo fuerza en esta segunda mitad de año. Mientras, en España la situación es algo distinta, pues vivimos un ajuste en la estructura productiva tras los excesos del anterior ciclo que tardará en completarse unos cuantos años, lastrando algo más el crecimiento.
Las perspectivas son más favorables para los países emergentes, y China sigue expandiéndose a una admirable velocidad de crucero, pero tienen que demostrar que son capaces de crecer con fuerza apoyados mayoritariamente en su demanda interna, pues las exportaciones a los países avanzados es muy probable que se debiliten conforme estas economías pierdan dinamismo.
A este entorno económico hay que añadir la situación de los precios, que se mantienen contenidos e incluso aumentando demasiado poco, como ha considerado recientemente la Reserva Federal de Estados Unidos. Por este motivo, las políticas monetarias seguirán siendo muy expansivas en los próximos trimestres y los tipos de interés se mantendrán en niveles extremadamente bajos desde una perspectiva histórica.
El panorama es, sin duda, complejo. La situación de las empresas parece relativamente buena y la escasez de alternativas de inversión en un entorno de baja rentabilidad puede favorecer a la bolsa, pero es complicado apostar decididamente por activos de riesgo cuando hay perspectivas de desaceleración económica y la incertidumbre es elevada.
Mientras no se aclare el horizonte, los índices bursátiles podrían seguir cotizando en rangos, como lo han hecho durante todo este año. Esperemos que el otoño no tenga para las bolsas ese sentido metafórico de decadencia tan profusamente utilizado en literatura, porque no cabe duda de que las hojas empiezan a caer de los árboles, ni de que los días son cada vez más cortos.
Santiago Martínez Morando (smartinezm@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 26 de septiembre de 2010.
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