Servicio de estudios: Colaboraciones
02-01-2011

De nuevo, los precios

Espero que estén disfrutando de las navidades y que hayan comenzado 2011 de la mejor forma posible, cuando menos, sin atragantarse con las uvas. Voy a aprovechar los buenos sentimientos que nos embriagan en estas fechas para aventurarme a preguntarles por sus compras navideñas: ¿las han encontrado más baratas? ¿más caras? ¿igual que el año pasado?

Aún no conocemos el IPC de diciembre, pero no debería ser muy distinto del 2,3% interanual de noviembre, lo que supone un crecimiento moderado. No obstante, las partidas que componen la cesta de consumo con la que se mide este índice reflejan comportamientos bastante disímiles. Por ejemplo, entre el crecimiento de los precios de los alimentos y las bebidas (+0,5%) o el vestido y el calzado (+0,6%) frente al de los productos energéticos (+11,7%).

Esto sucede porque existen actualmente dos fuerzas contrarias que afectan a la evolución de los precios. Por una parte, una derivada de la pobre coyuntura económica en los países desarrollados, que ejerce una presión a la baja. En concreto, podemos hablar del elevado desempleo y la pérdida de valor de los salarios, afectados por la competencia de los países emergentes. También del exceso de capacidad productiva de muchos sectores y, para completar un triángulo muy interrelacionado, la escasez de demanda, que agudiza la competencia vía precios.

La segunda fuerza es al alza, y proviene de las materias primas. En 2008 se alcanzaron unos niveles de precios desorbitados que colapsarían con la crisis mundial, pero que ya han empezado a recuperarse. El caso paradigmático es el petróleo, que alcanzó los 146 dólares por barril de brent, cayó hasta 35 y cotiza ahora a 94 dólares, (en euros es ahora un 35% más caro que hace un año).

El fuerte crecimiento económico de los países emergentes, cuya producción es más intensiva en materias primas que en los países desarrollados, se está traduciendo en un aumento exponencial de la demanda de las mismas. Y esto cuando la oferta es, en cierto modo, rígida, pues para poner en producción nuevos campos de cereales o nuevas minas donde extraer metal o nuevos pozos petrolíferos, se requieren inversiones que pueden tardar años en dar fruto.

Ante esta cuestión es oportuno preguntarse si se está invirtiendo lo suficiente en incrementar la producción como para que se pueda satisfacer la ingente demanda de los países en desarrollo. Porque parece fuera de duda que los chinos, los indios o los brasileños, conforme salen de la pobreza, comen más filetes y se compran más coches. Una buena parte del mercado parece estar apostando porque la oferta de materias primas no sea suficiente en un futuro no muy lejano, lo que incrementa sus perspectivas de encarecimiento y puede fomentar la inversión “especulativa”, que infla más los precios.

Nuestra situación como ciudadanos medios de un país desarrollado no parece la más favorable en este entorno, pues se encarecen algunos productos básicos mientras se congelan nuestros salarios. No obstante, también es cierto que, como veíamos, el precio de la cesta de consumo en su conjunto no crece a un ritmo desorbitado. Y seamos optimistas, el aumento de la riqueza de los países en desarrollo es una buena noticia, sobre todo para ellos, pero también para nosotros si fabricamos productos y prestamos servicios que les interesen: se los podremos vender.

Santiago Martínez Morando (smartinezm@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 2 de enero de 2011.


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