El punto débil de Europa
Hace ya casi un año que Grecia tuvo que ser ayudada para hacer frente a los vencimientos de su deuda. Desde entonces Europa permanece en el punto de mira de los inversores y las primas de riesgo soberanas de los países periféricos reflejan con elevada volatilidad las tensiones que se viven en el seno de la Unión Monetaria (UME), que trata de buscar soluciones que aporten más beneficios que problemas. El fantasma de la desintegración de la UME sigue sobrevolando los mercados, si bien no es novedad. A finales de 2003, cuando Alemania y Francia superaron el límite máximo del 3% de déficit fiscal, el Pacto de Crecimiento y Estabilidad para asegurar la disciplina fiscal de los gobiernos fue suavizado. Las primeras preocupaciones sobre la posible quiebra de la UME surgieron ya entonces.
Si algo ha puesto de manifiesto en Europa la reciente crisis financiera ha sido el punto débil de su naturaleza: una unión monetaria sin armonización fiscal ni unión política entre sus miembros. Conscientes de esta debilidad y del daño que causa a los activos cotizados, los gobiernos de los diferentes Estados se han comprometido a alcanzar un acuerdo en la próxima reunión del Consejo Europeo. A finales de marzo y dentro del contexto de la reforma del EFSF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera) los objetivos a consensuar pasan por proveer de la liquidez necesaria a los países en dificultades, pero van más allá. Se pretende mejorar la solvencia de los países, es decir asegurar que con el valor actual de sus balances primarios sean capaces de amortizar la deuda emitida llegado su vencimiento. Este planteamiento tiene implicaciones no sólo para los gobiernos que deberían adoptar medidas de austeridad, reformas estructurales o hacer desinversiones. También los acreedores, fundamentalmente bancos, podrían verse obligados a cancelar parte de la deuda, a rebajar los intereses o a alargar el vencimiento.
El coste de hacer impago para los países de la zona euro es muy elevado dada la elevada bancarización de sus economías y sus estrechas interrelaciones comerciales y financieras. Además la principal ventaja, la rápida ganancia de competitividad a través de una devaluación significativa, no es posible para los estados de la UME. Mientras se facilite la liquidez necesaria a través del EFSF y otras fuentes, es muy improbable que los gobiernos desatiendan sus compromisos al vencimiento de su deuda. Como no se puede descartar que en los próximos años sea necesaria una reestructuración involuntaria de la deuda soberana de algunos de los países miembros, el riesgo de que eso ocurra hace fluctuar el precio de los bonos estatales así como de las acciones.
En estos momentos la confianza hacia la Eurozona parece estar en máximos: confianza en la próxima reforma del EFSF, en la creación del futuro Mecanismo permanente de Estabilidad Europea (ESM), en la aprobación de un nuevo Pacto de Crecimiento y Estabilidad, en la implantación de medidas de vigilancia de los desequilibrios macroeconómicos e incluso confianza en una más estrecha coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros de la Unión Monetaria. Son desafíos relevantes y las dificultades para alcanzar acuerdos no se pueden obviar, por lo que los mercados financieros serán muy sensibles al desarrollo de estas negociaciones.
Anabel Laín Aliaga (comunicacion@ibercaja.es). Ibercaja Gestión. Heraldo de Aragón, 20 de febrero de 2011.
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