Muéstrame el dinero
A la vista de la inestabilidad de los mercados financieros, tengo la tentación de cambiar la temática de esta columna. Aunque para algunos el mejor de los trabajos de Will Smith pueda ser El Príncipe de Bel Air, para mí lo es En busca de la felicidad. La moraleja de esta película radica en cómo el esfuerzo personal puede superar una situación económica más que complicada.
Si hiciéramos una encuesta sobre nuestros objetivos vitales, probablemente encontraríamos entre las tres primeras opciones más votadas la felicidad. En coyunturas como la actual, en la parte baja del ciclo económico como se dice en el argot, esta búsqueda se hace algo más enrevesada, ya que, como suele decirse, el dinero no da la felicidad pero ayuda y ahora mismo el efectivo escasea.
Empecemos de más a menos. Los Gobiernos, como en cualquier contabilidad, dividen sus finanzas en ingresos y gastos. En la actualidad, sus ingresos se ven reducidos por la caída de impuestos (menos beneficios en las empresas que consiguen subsistir, menor número de trabajadores, y en consecuencia, menor consumo de las familias y menor número de transmisiones, sobre todo, inmobiliarias). Eso sí, la partida de gasto es harto complicado reducirla por el mantenimiento de las políticas sociales. Por lo que es fácil imaginar de qué lado se va a decantar la balanza. Aunque este comentario se circunscriba a España, podría generalizarse por supuesto a los periféricos europeos (Portugal, Grecia, Irlanda e Italia) e incluso a Estados Unidos y Reino Unido.
Bajemos de escalón. En el entramado empresarial las cosas pintan mejor. Durante el año 2009, las empresas, en términos generales, se ajustaron a un entorno en el que vieron cómo se disparaban los tipos a los que tenían que endeudarse. La fórmula para su consecución ha supuesto no sólo la venta de aquellos negocios menos afectos a la actividad principal, sino, sobre todo, una reducción generalizada en los costes de personal.
En este mismo nivel de análisis, se encuentran las entidades financieras cuya situación es completamente distinta a la de las empresas. Los bancos necesitan suplir las pérdidas provocadas por el precio de los activos (inmobiliarios y deuda pública) a través de ampliaciones de capital y / o salidas a bolsa.
Y por último, si bien en este caso el más importante por la parte que nos toca, todos nosotros: el consumidor, las familias o el ciudadano de a pie (como quieran llamarlo). Sus ingresos, en caso de tenerlos, se ven reducidos por mayores impuestos y sus gastos aumentan por mayores costes financieros.
Está claro, excepto las empresas, el resto de los agentes económicos, más que nunca, necesitamos dinero. Las políticas monetarias que seguidas desde el comienzo de la crisis han ido por esta vía: comprar tiempo a la espera de una recuperación vigorosa. El tiempo ha pasado pero se mantienen las mismas incertidumbres. La barra libre parece agotarse y lo que se avista en el horizonte es más la resaca que el after hour.
No quisiera dejarles así, sin un atisbo de esperanza en este domingo de verano. Sólo recuerden la moraleja con la que comenzábamos. Cómo se dice en aquella película: Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo. Si tienes un sueño, ve por él. La gente que no llega alto te dirá que seas igual que ellas, pero si tienes un sueño, persíguelo y punto.
María José Martínez Blázquez (ibercajapatrimonios@ibercaja.net). Ibercaja Patrimonios. Heraldo de Aragón, 26 de junio de 2011.
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