Servicio de estudios: Colaboraciones
06-05-2012

Back to basics

Hoy no les voy a hablar de las elecciones presidenciales en Francia y Grecia, ni del rating de España que está a un paso de bono basura o high yield, ni tan siquiera de fútbol.

La crisis que comenzó en 2007 ha provocado que el sector privado (hogares y empresas) inicie un fuerte proceso de desapalancamiento (no renovación de créditos, amortización de deuda, venta de activos) con el objetivo de afrontar una severa desaceleración económica. El crecimiento del crédito a nivel global había sido superior al crecimiento económico en los últimos decenios, apoyado en políticas monetarias expansivas o eventos como la creación del euro, que permitió a España que sus tipos de interés convergieran con el resto de países de la Eurozona, cayendo un 40%.Esto ayudó ha provocar un boom inmobiliario que creo 5 millones de viviendas cuando el número de familias constituidas fue la mitad.

El sector público tomó el testigo en 2009 al impulsar el crecimiento económico con planes de estímulo, es decir, con más deuda, olvidando adoptar reformas estructurales. Sin embargo, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora mismo, los acreedores de algunos estados periféricos se plantean si van a recibir su dinero debido a que el perfil crediticio ha empeorado sustancialmente (elevadas deudas con crecimiento negativo), lo que ha presionado al alza el coste de financiación. La sostenibilidad de la deuda de un país viene condicionada por su capacidad para atender el pago de los intereses generados, el crecimiento y el equilibrio presupuestario (ingresos menos gastos). Ningún país, ni siquiera EEUU, es capaz de sostener déficits de forma recurrente. Al final acaban convirtiéndose en más deuda pública al tener que financiarlos con dinero del exterior.

El último agente que tiene el mercado intervenido de facto ha sido el conjunto de bancos centrales, al crear liquidez y expandir sus balances desde los 2,7 billones de euros en 2007 a más 6,9 billones en la actualidad. No obstante, sus medidas tienen cada vez un efecto más efímero. El dinero creado ha sido depositado por las entidades financieras en su propio balance, invertido en activos de riesgo y apenas ofrecido a la sociedad para actividades productivas.

Este conjunto de efectos ha provocado un debilitamiento de las economías así como una mayor inestabilidad en los mercados financieros. Por lo tanto, el escenario que se nos plantea a la hora de afrontar cualquier decisión de inversión, ya sea en activos reales o financieros, se basa en tres pilares: crecimiento económico reducido, deflación de activos y persistentes altas tasas de desempleo.

Javier Alfonso Rillo Sebastián (jrillo@patrimonios.ibercaja.es) Ibercaja Patrimonios. Heraldo de Aragón, 6 de mayo de 2012


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