Servicio de estudios: Colaboraciones
16-09-2012

Draghi como héroe de acción

No hay muchas semejanzas físicas entre Mario Draghi y Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone, pero cuando el Presidente del Banco Central Europeo declaró que haría todo lo necesario para asegurar la continuidad del euro remarcando sus palabras con un terminante “y créanme, será suficiente”, parecía una versión burocrática de algún héroe de acción de los ochenta.

 
Draghi estuvo tan imponente que los villanos especuladores, atemorizados, apartaron sus temibles garras de la deuda de los países periféricos de Europa, permitiendo que la prima de riesgo se alejara de unos niveles que habían estado cerca de provocar una situación insostenible.

 
Más allá de la exhibición de músculo mientras se mira a la cámara con mueca torva, era necesario pasar a la acción como por fin ha hecho el BCE en su Consejo de Gobierno de septiembre, al flexibilizar los requisitos de colateral para las operaciones con el Eurosistema de la banca europea y, sobre todo, al establecer las directrices de intervención en situaciones de estrés con compras de deuda soberana.


Era necesario establecer un cortafuegos creíble y de tamaño suficiente para evitar que siguieran subiendo los tipos de interés pagados por los países peor percibidos por los inversores mientras estos implementan reformas y reducen el desequilibrio de sus cuentas públicas. Así se ha hecho: las compras tendrán un carácter ilimitado.
Para llegar a esta solución sin soliviantar el ala más heterodoxa del banco central, representada principalmente por el Bundesbank, se ha condicionado la actuación a que las compras de deuda sean esterilizadas para evitar el riesgo de inflación, a que no se invierta en plazos superiores a tres años (lo que sería considerado como monetizar la deuda, tal como se ha criticado a muchos países en desarrollo a lo largo de la historia y tal como hace hoy en día EE.UU.), y a que el país objeto de las compras haya pedido asistencia a los fondos de rescate, con el consiguiente establecimiento de un plan de actuación (supervisado por el FMI y el propio BCE) para reducir su déficit público. De esta forma se evitará que los políticos de tales países sientan la tentación de interrumpir las reformas impopulares al dejar de sentir el aliento de los mercados en la nuca.


No sabemos si Draghi viste de cuero como Terminator y se pone el traje sólo para ir a trabajar, pero no nos cabe duda de que el BCE ha conseguido una hazaña: un poco más de tiempo para que los países de la Zona Euro sigan estableciendo el marco institucional de su proyecto común mientras armonizan sus diferentes puntos de vista y reducen sus desequilibrios económicos.

Santiago Martínez Morando (smartinezm@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 16 de septiembre de 2012


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