Construyendo Europa
No cabe duda que los mercados han mejorado desde los momentos de máxima tensión de julio pasado, en los que la ruptura del euro se daba casi por cierta. Sin embargo, la firme intención mostrada por el Banco Central Europeo (BCE) para que su política monetaria se transmita con eficacia, así como la aprobación del Mecanismo de Estabilidad Europea (MEDE) no han sido suficientes para alejar el fantasma de la quiebra del proyecto europeo. Ha sido precisa la toma de conciencia, de políticos y ciudadanos, de la necesidad de avanzar hacia una mayor integración bancaria, fiscal y económica que permita recuperar la competitividad.
La situación actual de la Eurozona es inestable, y solo cediendo soberanía para lograr mayor unión política, Europa logrará salir de la crisis. Incluso Alemania parece reconocerlo, con sus reticencias y mostrando mayor oposición que otros países. Cierto es que Draghi les ayuda a entenderlo, teniendo la deferencia de hacerles una visita a su propia casa: el presidente del BCE compareció el miércoles pasado en el Bundestag. Quiso explicarles que comprando deuda pública no pretende subsidiar los costes de endeudamiento de los países, sino conseguir la transmisión de su política monetaria y evitar la ruptura de la zona euro.
Ahora bien, el profundo ajuste que se está exigiendo a los países periféricos de Europa puede no ser eficaz si se acomete con demasiada urgencia. Cada vez son más las voces que piden más tiempo para los Gobiernos en la corrección de sus desequilibrios, en cuanto les permitiría no ahogar el consumo interno.
También en EE.UU. se debate mantener parte de los estímulos al consumo que vencen a final de año, porque se teme que cortar las ayudas drásticamente puede llevar al país de nuevo a la recesión. No solo en el viejo continente atravesamos dificultades, la mayor economía del mundo también tiene exceso de endeudamiento y está afectada por la crisis global.
La diferencia entre ellos y nosotros radica en la unidad, unidad que ellos tienen y de la que aún carecemos en la Eurozona. Asimismo, el modo de afrontar la crisis también difiere. En Europa vamos mucho más avanzados en el ajuste, por lo que se espera que el año 2013 el lastre fiscal sobre el crecimiento sea mayor en EE.UU. Trasladando el efecto a la microeconomía nos encontramos con los beneficios de las empresas europeas un 42% por debajo de su nivel más alto (en 2008), mientras que los de las americanas están en máximos. En conclusión, las expectativas para el año próximo son favorables a las bolsas europeas, que además cotizan con importantes descuentos frente a la de EE.UU.
Anabel Laín Aliaga (alain@ibercaja.es). Ibercaja Gestión. Heraldo de Aragón, 28 de octubre de 2012
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