El último mohicano
Cada día tiene su afán, y cada institución su cometido. El BCE, y su presidente Mario Dragui a la cabeza, se ha centrado en el objetivo de la entidad: el control de precios (miedo de Alemania desde que sufrió la hiperinflación del período de entreguerras). En el caso de la FED es el crecimiento, aunque en la actualidad, haya sido eclipsado por el empleo.
Hemos asistido a la aplicación por el BCE de medidas extraordinarias una vez agotada la tradicional reducción de los tipos de interés. Políticas implementadas tardíamente, pues hacía tiempo que FED y BOE estaban hartos de comprar deuda pública para bajar los tipos.
El último caballo de batalla de estas entidades es el tipo de cambio. A priori la divisa no es el objetivo de ningún banco central. Sin embargo, cuando las reglas de juego cambian... renovarse o morir. Ejemplo de ello lo tuvimos con el Banco de Suiza que, cansado de unas exportaciones penalizadas por la apreciación del franco, decidió intervenir directamente en el mercado, el mismo camino ha seguido el yen con la llegada del nuevo primer ministro.
El mundo se está desapalancando, ello implica que el ahorro aumente y se penalice el consumo. Por esto, las economías están ávidas de coger parte del suculento pastel que es el comercio exterior. Las vías para aspirar a una mayor competitividad de estas exportaciones son o la dolorosa reducción de salarios (caso de España) o devaluar la divisa.
El damnificado a día de hoy de esta guerra de divisas es el Euro, sobrevalorado con respecto a la mayoría de las divisas mundiales. Aun cuando más del 60% del sector exterior europeo depende de países no-Euro seguimos llevando la ortodoxia por bandera en nuestras políticas, lastrando así nuestras posibilidades en otros mercados. Sin riesgos inflacionistas en el horizonte y pobres tasas de crecimiento en la Eurozona es el momento de adaptarse al nuevo entorno.
Mª José Martínez Blázquez (mjmartinezb@ibercaja.es). Ibercaja Patrimonios. Heraldo de Aragón, 17 de febrero de 2013
Volver