Servicio de estudios: Colaboraciones
02-11-2014

Qué fue de Copacabana ...

Tras celebrarse las elecciones más ajustadas y volátiles de Brasil en décadas, el nuevo ejecutivo de Dilma Rousseff, se enfrenta a un mix de recesión técnica y corrupción. La llamada de atención de los mercados no debería pasar desapercibida: el pasado lunes el índice brasileño llegó a caer más de un 6% y el real brasileño se depreciaba hasta mínimos de 2005.


La década en que la economía brasileña crecía al 4% gracias a la fuerte demanda de materias primas de China y al gran aumento de créditos de consumo ha quedado atrás. El paro bajó desde el 13% en 2004 al 5% a la vez que el nivel de renta se incrementó en un 50% apoyado por las subidas de salarios, y el consumo interno se disparó a una media anual del 7%. La estabilización de la inflación ayudó, que pasó de tasas del 12% hasta el 3% en 2006, aunque años más tarde volvió a repuntar y estabilizarse en el 6% anual.

 
No todo fueron luces en el gobierno de Lula da Silva, previo al primer mandato de Rousseff. En este período la deuda de las familias pasó de representar un 20% de la renta hasta superar el 45% y las cuentas públicas experimentaron un pronunciado deterioro con motivo de la expansión del gasto público y/o reducción de impuestos. Unido al endeudamiento y déficit fiscal, el tercer desafío llegó con los números de la cuenta corriente del país (fiel reflejo de las transacciones comerciales con el exterior). Ésta se volvió deficitaria en 2007 y siguió profundizándose hasta alcanzar en 2013 el 3,6% del PIB.


La falta de rigor fiscal y desconfianza del sector privado, comienzan a asemejarse a las de países vecinos como Venezuela o Argentina. El deterioro de las cuentas públicas y la falta de transparencia de las cifras oficiales afectan la credibilidad del gobierno e inciden en la calificación de riesgo soberano. Si Brasil pierde el grado de inversión podría sufrir una importante reversión de capitales financieros.


Como casi todo en esta vida, tendrá solución. No hay nada como identificar los desequilibrios y ponerse manos a la obra: bajar el déficit, contener la deuda, bajar la inflación y reducir el déficit exterior. Vamos a ello.

Noemi Diez Cebamanos (ndiez@ibercaja.es). Ibercaja. Heraldo de Aragón, 2 de noviembre de 2014 


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