REALIDAD Y FICCIÓN EN LOS MERCADOS FINANCIEROS
Santiago Martínez. Cinco Días
En el caso de China, es bien cierto que el segundo PIB del mundo se desacelera, que las estadísticas oficiales no gozan de la mejor de las consideraciones en lo que respecta a su credibilidad y que existe un temor fundado hacia las dificultades de gestionar un cambio de modelo productivo cuando se han generado notables desequilibrios. Sin embargo, nada de esto es nuevo, la desaceleración ya se había iniciado en 2014 y la bolsa de Shanghái subió un 150% de junio de ese año a junio de 2015, antes de desplomarse un -43% en dos meses y de subir un 23% en un periodo similar, gracias a una nueva regulación restrictiva para las ventas que se intentó eliminar a comienzos de 2016 con los resultados conocidos (una caída del -23% en un mes). A la luz de estos datos, no parece que la ciclotímica bolsa china sea el indicador más fiable sobre el verdadero estado de salud del gigante asiático.
El abaratamiento del petróleo responde a un crecimiento de la demanda inferior a lo previsto (por la propia desaceleración de China y por la de los países emergentes a los que está arrastrando) y al fuerte aumento de la oferta en los últimos años, impulsada en buena medida por las nuevas técnicas de extracción y refino que han devuelto a EE.UU. el papel protagonista que perdió hace décadas en el sector. En cualquier caso, resultaría aventurado definir qué parte de la caída del precio del crudo responde a estas condiciones constatables de la oferta y la demanda y qué parte a una sobrerreacción de los inversores en un mercado especialmente propicio a los excesos, como ya vimos en 2008, cuando el barril pasó de 145 dólares a 35 en menos de seis meses.
En los bajos tipos de interés ejerce un papel protagonista el escaso crecimiento de los precios, en el cual influyen a su vez tanto el abaratamiento del crudo como el deterioro del ciclo en China (se teme que exporte deflación). No obstante, tales niveles de tipos no se podrían explicar sin la actuación de la mayoría de los bancos centrales al mantener unas políticas monetarias extraordinariamente expansivas; ni sin la propia aversión al riesgo inherente al entorno actual, pues aboca a la compra de activos considerados refugio entre los que figura la deuda pública de países como Estados Unidos o Alemania. De nuevo, hay una base fundamental, pero cabe preguntarse si tienen sentido a medio plazo esa deuda alemana a dos años al -0,5%, el Euribor doce meses prácticamente al 0%, o el bono a diez años de Estados Unidos al 1,8% cuando el IPC subyacente crece allí al 2,2% y la Fed ya ha comenzado a subir el tipo de intervención.
Los mercados financieros actúan en muchas ocasiones como indicador adelantado de la economía real, pero distan de ser infalibles. A veces se dejan llevar precipitadamente por el pánico o la euforia hasta valoraciones difíciles de comprender. Los peor pensados dirán que por afán especulativo, y puede que no les falte parte de razón, si bien, no hay que olvidar el aforismo que sostiene que nada hay tan miedoso como un millón de dólares (salvo dos millones de dólares) y que estos comportamientos extremos a la baja suelen responder a un grito de sálvese quien pueda seguido de la huida de un rebaño de inversores atemorizados. Por eso, en un contexto de alta volatilidad e incertidumbre como el presente, es clave calibrar la realidad económica y tratar de discernir cuánto hay de realidad y cuánto de ficción debajo de tanto histrionismo. Cuando se han sobredimensionado los temores, aparecen las oportunidades de compra.
Servicio de Estudios y Análisis Económico-Financiero de Ibercaja
Volver