LA MAGIA DE LOS PLANES DE RECOMPRA DE ACCIONES PROPIAS
Miriam Fernández. El Independiente
A mediados de los años 80, tras relajar EE.UU sus restricciones, entran en escena las recompras de acciones como complemento o sustitución a la distribución de dividendos. No cabe duda de que este instrumento dota de flexibilidad a la empresa, ya que no se compromete a cumplir con una estricta política de dividendos y así evita ser castigada por los inversores en caso de no ser capaz de generar caja suficiente o querer destinarla a otros fines de crecimiento. Por un lado, el descuento por incumplimiento es menor; por otro, la empresa evita ser encasillada como madura y opta a entrar en el glamuroso club de las de crecimiento. Por último, lanza un mensaje meridiano de que no hay mejor inversión que comprar sus propias acciones. Pero por alguna razón esta práctica estaría prohibida en el pasado, ¿no? Permite enmascarar la debilidad de un negocio y contribuir a la formación de burbujas.
Hoy en día, EE.UU es el único mercado con escala donde las recompras de acciones, en bruto, es decir, sin discriminar aquéllas no sucedidas por una amortización, superan al reparto de dividendos. Concretamente suponen un 40% más. Hicieron pico en 2007, sobrepasando los 600 mil millones de dólares. Año de burbuja, por cierto, previo a la gran caída del mercado, con lo que las empresas no acertaron en su mensaje de infravaloración. En 2016 se situaron en torno a los 548 mil millones de dólares y en lo que llevamos de 2017 se han autorizado 42 nuevos programas de recompra con un valor de 83 mil millones de dólares, siendo los de Home Depot, Comcast y General Motors los más importantes por volumen.
Las recompras de acciones en Europa eran la mitad de las de EE.UU en 2005, sin embargo, hoy representan solo un 15%. Aspectos fiscales subyacen, pero la explicación radica en el mayor esfuerzo por reducir deuda de las compañías europeas a partir de 2008 al depender más que las americanas de la financiación bancaria.
El acercamiento en el tiempo del momento de retirada de estímulos por parte de BCE (el plan de compras de activos finaliza, en principio, en diciembre de este año) y por ende de los tipos bajos, podría catapultar las recompras de acciones en Europa a corto plazo. La coyuntura de tipos de interés más deprimidos en Europa por la divergencia de política monetaria a ambos lados del Atlántico abre una ventana de oportunidad de tomar más deuda por las empresas europeas. No hay que olvidar que la empresa solo consigue elevar su beneficio por acción si el coste de la deuda después de impuestos es inferior a su earning yield (inversa del PE). Actualmente, el gap entre Europa y EE.UU relativo al diferencial entre rentabilidad por dividendo y el tipo que paga la deuda corporativa con alta calificación crediticia, ha tocado máximos de los últimos 14 años.
Pero el modelo de Grinold y Kroner considera el monto de acciones retiradas del mercado en neto, es decir, tras considerar ampliaciones de capital y planes de retribución en opciones. Si atendemos al dato de acciones ordinarias en mercado en EE.UU, el saldo neto anual es negativo desde 2011, tras las fuertes ampliaciones de capital en 2009 y 2010. En Europa el saldo es todavía positivo, ¿veremos a corto plazo un punto de inflexión que de alas a la expectativa de retorno de la bolsa europea a futuro? El foco continuará en el sector bancario, indiscutible protagonista de la mayor parte de las ampliaciones de capital en los últimos diez años. De momento, ya hemos engullido las ampliaciones de UniCredito y Deutsche Bank…
Miriam Fernández Jiménez
Gestora de Inversiones de Ibercaja Gestión
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