ADAPTARSE PARA SOBREVIVIR
Cristina Gavín. El Economista
La expansión de la pandemia más allá de las fronteras de China, hacia Italia inicialmente y hacia el resto de Europa y del mundo posteriormente, ha desatado un pánico en los mercados nunca visto hasta ahora, lo que ha provocado una debacle en la práctica totalidad de los activos financieros. Y en este escenario tan complejo, incluso las inversiones de perfil más conservador se han visto arrastradas, y han experimentado caídas. Estos retrocesos, como era de esperar, han generado nerviosismo entre aquellos ahorradores más aversos al riesgo que han visto reducido el valor de sus inversiones. ¿Qué hacer ahora? Esta es la pregunta que día tras día se hacen estos ahorradores ante las noticias que vamos conociendo acerca de la evolución de los mercados y la más que previsible desaceleración del crecimiento a nivel mundial.
Creo que es nuestro deber, reflexionar sobre ello, y sobre lo que podemos esperar, aunque obviamente, no tengamos la bola de cristal, y vivamos en un escenario que cambia cada día.
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la pandemia del covid-19 ha generado en la economía a nivel mundial una “tormenta perfecta” donde se combinan tres elementos claves. Por un lado, un shock de demanda, originado por el menor consumo debido al confinamiento de la mayor parte de la población y la menor inversión al tratar las empresas de proteger su generación de caja y estabilidad financiera. Por otro lado, un shock de oferta, los canales de distribución de bienes no esenciales están dañados, a lo que hay que añadir la dificultad para funcionar a plena capacidad debido a las restricciones de movilidad que impiden a un volumen importante de la población acudir a su puesto de trabajo, y finalmente un shock en los canales financieros por las posibles dificultades futuras de hogares y empresas (sectores especialmente afectados como turismo o servicios) para asumir sus obligaciones de deudas financieras)
Ante este escenario tan complejo, ¿Cómo han respondido gobiernos y bancos centrales para tratar de “proteger” la economía?. Vamos a verlo. El BCE lanzó el pasado mes de marzo, un nuevo programa que venía a completar el ya anunciado previamente de 120.000 millones de euros - y que no había acabado de convencer al mercado por su falta de ambición-. Desde luego, el nuevo programa de 750.000 millones que incluye no solo deuda pública y privada sino incluso también papel comercial- ha cubierto las expectativas de los inversores y ha permitido que veamos un movimiento de vuelta relevante en las curvas soberanas tanto core como periféricas. Los efectos de este programa de compras se están viendo de forma más tímida en las emisiones de crédito, debido en gran medida a que el porcentaje que el BCE ha comprado de deuda privada es todavía relativamente bajo, aunque se espera que empiece a ser cada vez más relevante. La Reserva Federal no se ha quedado atrás en su apoyo decidido a los mercados, y de esta manera, no solo ha bajado el tipo de intervención en sucesivas reuniones hasta dejarlo en el 0% sino que ha anunciado sucesivas medidas de apoyo a empresas, emisores públicos y hogares que permitirán movilizar una financiación que alcanzará los 2,3 billones de dólares. Todas ellas encaminadas a soportar el tejido económico, financiero y empresarial del país y a paliar los efectos de la pandemia. El mismo objetivo tiene el plan aprobado por el Congreso de los EEUU de más de 2 billones de dólares en un país con elecciones este mes de noviembre y que se ha convertido en el principal foco de la pandemia a nivel mundial.
Y es que no nos engañemos, tratar de anticipar a día de hoy cual va a ser el crecimiento del PIB mundial en los próximos trimestres, o el efecto “real” que el parón de la actividad económica va a tener sobre los diferentes sectores económicos e industriales es poco menos que misión imposible. Ante esta falta de visibilidad, las autoridades políticas y monetarias van a utilizar todas las armas que tengan a su disposición, como ya han empezado a hacer, para tratar de frenar la incertidumbre, que como todos sabemos es el peor enemigo de los mercados. Y esto, per se, debería ser una buena noticia para nosotros los inversores tal y como ya estamos empezando a ver.
Es cierto que todavía quedan mucha incógnitas que despejar, y la falta de acuerdo “valiente” en el seno de la Unión Europa desde luego es nuestro gran caballo de batalla, pero hay que reconocer que el peor de los escenarios ya ha sido descontado en su mayor parte, y los datos acerca de la expansión de la pandemia van poco a poco mejorando. Estos factores unidos a los apoyos fiscales y monetarios que estamos comentando y que van a continuar, deberían permitir que los mercados vayan recogiendo un mayor grado de confianza, lo que permitirá de forma gradual ver una mejora en la valoración de nuestras inversiones, aunque obviamente no estaremos exentos de episodios de volatilidad y es que todavía queda mucho camino por recorrer y muchas incertidumbres que afrontar.
Como inversores conservadores movimientos tan extremos como los que hemos vivido en este comienzo de año es lógico que nos creen inquietud y en ocasiones sean difíciles de asumir, pero como decía al comienzo, creo que es importante no perder la perspectiva sobre nuestro horizonte de inversión y confiar en la gestión profesional que en el medio y largo plazo debe reportarnos resultados satisfactorios que nos permitirá “sobrevivir” como inversores.
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