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Me pesa recordarles que los signos de fase tardía de ciclo siguen presentes, especialmente en EEUU con el desempleo en mínimos de los últimos 70 años, salarios subiendo y un exceso de endeudamiento. Al mismo tiempo, me resulta inevitable no citar al Covid-19, sin duda un contratiempo indeseado para el crecimiento del PIB mundial y con numerosas ramificaciones a nivel sectorial (duro golpe a materias primas, consumo, aerolíneas, turismo, automóviles). Desde que las preocupaciones de contagio aumentaron, el petróleo ha corregido con fuerza y los activos defensivos por excelencia han brillado (deuda pública, oro, dólar). A nivel agregado, los principales índices bursátiles mantienen su escalada alcista, ajenos a cualquier ruido, marcando nuevos máximos históricos en el caso del Standard&Poor’s, Nasdaq o el índice europeo Stoxx Europe 600. Compañías como Adidas, L’Oréal o Apple reconocían abiertamente el impacto que el coronavirus tendrá en sus resultados de primer trimestre de 2020, sin embargo su precio de cotización no se ha visto mermado. ¿Por qué? Lo inversores consideran que la ralentización derivada del virus quedará constreñida al primer trimestre del año y posteriormente se producirá una recuperación en V, apoyada por medidas adicionales de estímulo fiscal y monetario desde China. De ello dependerá la continuidad de la incipiente inflexión en el ciclo económico global gracias a las políticas acomodaticias y la relajación de la guerra comercial.
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