Servicio de estudios: Colaboraciones
29-02-2020

UN JARRO DE COVID-19 CONTRA LA REACTIVACIÓN CÍCLICA

Santiago Martínez Morando, El Economista.

Es pronto para medir el efecto final de la epidemia en la economía, pero no cabe duda de que este no es el escenario más favorable para la reactivación de la industria europea.

Los datos referidos al final de 2019 revelan una coyuntura muy débil en buena parte de las principales economías mundiales y, en particular, en las europeas. Dentro de la zona euro, el PIB decreció en el cuarto trimestre de 2019 en Francia (-0,1%) y en Italia (-0,3%), y se estancó en Alemania (0,0%). La excepción fue España donde se produjo una ralentización hasta el 0,8% interanual.

En el inicio de 2020, los indicadores de confianza empresarial apuntaban a una posible recuperación cíclica, y el acercamiento de posturas entre China y Estados Unidos y la salida de Reino Unido de la Unión Europea con acuerdo, aún sin resolver ninguna de las dos cuestiones, al menos permitían una reducción de la incertidumbre. En pocas semanas, hemos pasado de ese relativo optimismo, de la sensación de que ya habíamos tocado fondo, a la cierta alarma ante el surgimiento y rápida expansión del Covid-19. El coronavirus afecta a la economía mundial tanto por la menor actividad directa de china como por la interrupción del suministro en algunas cadenas productivas, y esto ha llevado a compañías como Apple a reducir sus expectativas de ventas y beneficios para los primeros meses de 2020. La visión predominante en los mercados financieros es que, si se consigue controlar la expansión de la enfermedad en las próximas semanas, los efectos económicos serán transitorios y darán lugar a una reactivación posterior del crecimiento, y por eso ha prevalecido entre los inversores el optimismo, como se aprecia en las bolsas, tras la inquietud inicial.

Es pronto para calibrar la influencia final de la epidemia en la economía, pero no cabe duda de que este no es el escenario más favorable para la reactivación de la industria europea tras dos años de caídas. Los primeros indicadores de confianza calculados tras la irrupción del Covid-19, como el ZEW alemán, corroboran el esperado deterioro del sentimiento. Parece probable que el valle de este ciclo se extienda durante unos meses más en Europa.

En el lado positivo, hay que señalar que, a pesar de todo, la economía de la zona euro no ha entrado en recesión e incluso crea empleo (la ocupación aumentó un 0,3% durante el último trimestre de 2019). A la hora de valorar la coyuntura, conviene no olvidar estas dos circunstancias, tan distintas a las vividas durante la crisis del euro. La resistencia a la guerra comercial y al ciclo recesivo de la industria de países como Alemania –que exporta más de un 50% de su PIB– o España –cuyo PIB creció un 0,5% en el cuarto trimestre–, parece una prueba más de que las economías europeas, a costa de grandes sufrimientos, salieron muy reforzadas de la gran recesión.  

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