Servicio de estudios: Colaboraciones
04-05-2025

Y SE HIZO LA LUZ... ¿POR CUÁNTO TIEMPO?

María Sampériz Cerezo. Diari de Tarragona

El pasado 28 de abril, España sufrió un apagón eléctrico que paralizó a todo el país. La caída fue repentina: en cuestión de minutos, la demanda nacional se desplomó un 60%, y no fue hasta la mañana siguiente cuando se restableció por completo el suministro. Aunque parezca un episodio puntual, este suceso ha dejado al descubierto fragilidades preocupantes en el sistema energético español.

Según Red Eléctrica, el problema se originó por la desconexión simultánea de 10.000 megavatios de energía solar y otros 3.000 de energía nuclear. Esa pérdida abrupta provocó inestabilidad en la frecuencia de la red y llevó al colapso del sistema. Curiosamente, en el momento del fallo, más del 80% de la electricidad producida en el país procedía de fuentes renovables como la solar, la eólica y la hidráulica.

Este episodio ha puesto sobre la mesa una pregunta clave: ¿está España preparada para afrontar el futuro energético? La transición hacia un modelo más limpio y sostenible es fundamental, pero no puede hacerse sin garantizar la estabilidad del sistema. Y es ahí donde la red eléctrica parece quedarse corta.
Desde 2013, las inversiones en infraestructuras de transmisión y distribución apenas han crecido. Las redes que hoy sustentan el país tienen, en muchos casos, más de 40 años. A ello se suma una demanda creciente impulsada por la electrificación de la economía y el auge de los centros de datos. Todo apunta a una conclusión clara: la red eléctrica necesita una modernización urgente.

Además, el incidente ha subrayado otra carencia importante: la falta de capacidad de almacenamiento de energía. La transición energética ha apostado con fuerza por las energías renovables, pero estas son intermitentes. Sin sol o sin viento, no hay producción. Las baterías conectadas a la red permiten almacenar energía y liberar electricidad en momentos críticos. Son capaces de estabilizar la red en milisegundos y podrían haber evitado el apagón. Su desarrollo abre una línea clara de crecimiento e inversión en tecnologías emergentes.

También podría tener consecuencias en la política energética. España es líder en energía solar, que ya representa cerca del 20% de la producción eléctrica anual. Pero el ritmo de nuevas instalaciones podría ralentizarse de forma temporal. La prioridad será reforzar primero la red antes de seguir aumentando la capacidad renovable, algo que podría modificar las previsiones de crecimiento de algunas compañías del sector.

Y en este nuevo debate energético, vuelve a aparecer una vieja conocida: la energía nuclear. Actualmente, cubre alrededor del 20% de la demanda de forma estable y sin interrupciones. Frente a las renovables, que dependen de las condiciones climáticas, la nuclear ofrece una base constante. ¿Tiene sentido, entonces, seguir adelante con su desmantelamiento?

A lo largo de la historia, los grandes apagones han actuado como catalizadores del cambio. En 2001 en España y en 2003 en Italia, sucesos similares dieron lugar a reformas profundas. El reciente apagón podría seguir ese camino: impulsar una nueva etapa de inversiones en redes eléctricas, acelerar la implantación de baterías, revisar los planes solares y reconsiderar el papel de la energía nuclear.

Por último, queda la incógnita de las posibles indemnizaciones. Algunos cálculos apuntan a pérdidas económicas millonarias, aunque aún es pronto para conocer las consecuencias legales.

Lo que sí parece claro es que este incidente ha sido una llamada de atención. El sistema eléctrico español necesita fortalecerse si quiere seguir liderando la transición energética sin comprometer la seguridad del suministro.

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