Servicio de estudios: Colaboraciones
14-09-2025

REGRESO AL DORADO

Carlos Lasure. Diari de Tarragona.

El oro, ese viejo refugio de valor, vuelve a brillar. En solo dos décadas y media, su precio se ha multiplicado por doce y los bancos centrales están comprando más que nunca. ¿Qué está pasando?

A principios de siglo, una onza de oro cotizaba en torno a 300 dólares; hoy supera los 3.500 dólares, alcanzando máximos históricos. Esta escalada ha generado una rentabilidad anualizada ligeramente superior al 10% en las dos últimas décadas y media.

La magnitud de este retorno es extraordinaria, especialmente si la comparamos con los principales índices bursátiles. El S&P 500, uno de los más rentables del mundo durante los últimos años, ha logrado en el mismo periodo un rendimiento cercano al 8% anualizado. Dicho de otro modo, quien invirtió 10.000 dólares en oro en el año 2000 tendría hoy unos 120.000 dólares; en el S&P 500, en cambio, rondaría los 45.000.

El protagonismo del oro no se limita a los inversores. En los últimos años, los bancos centrales de todo el mundo han intensificado de forma notable sus compras. Desde 2018, y especialmente desde 2022, las adquisiciones han alcanzado niveles no vistos en décadas.

Esto plantea una pregunta clave: ¿por qué los bancos centrales están acumulando tanto oro? ¿Se trata de un fenómeno pasajero o de un cambio estructural en el sistema financiero global?

Para entenderlo, hay que mirar más allá de los mercados. Desde la caída del Muro de Berlín, hemos vivido en un mundo unipolar, dominado por la hegemonía económica y financiera de Estados Unidos. Tradicionalmente, los bancos centrales mantenían la mayor parte de sus reservas en activos denominados en dólares, principalmente bonos del Tesoro estadounidense.

Sin embargo, en los últimos años, países como ChinaIndia o Arabia Saudí han comenzado a desafiar este orden. Uno de los detonantes fue 2022, cuando las sanciones financieras impuestas a Rusia congelaron 300.000 millones de dólares de sus reservas internacionales. Ese episodio puso sobre la mesa una realidad: el oro no puede ser bloqueado.

Desde entonces, muchas economías emergentes —entre ellas BrasilTurquía y India— han acelerado sus compras para reducir su vulnerabilidad frente a las presiones de Occidente.

Además de la creciente desconfianza hacia el sistema financiero occidental, existen otras razones de peso que explican este auge.

En primer lugar, el oro permite diversificar las reservas internacionales, lo que reduce la dependencia de los países respecto al dólar estadounidense, cuya hegemonía es cada vez menor.

En segundo lugar, actúa como cobertura frente a la inflación, ya que en un contexto de tensiones económicas, el metal precioso mantiene mejor su valor que otros activos financieros.
Por último, en ciertos casos, la compra de oro busca reforzar la credibilidad de las monedas nacionales, respaldando así la estabilidad de los sistemas financieros locales.
En conjunto, todos estos motivos confirman que no estamos ante un fenómeno pasajero, sino ante un cambio estructural en el sistema monetario global.

El oro, que durante años parecía una reliquia, se ha convertido en un símbolo del nuevo orden económico. Los bancos centrales lo acumulan, los inversores lo buscan y su papel como activo estratégico vuelve a ser central.

La gran pregunta es: ¿estamos asistiendo al inicio de un nuevo sistema monetario global, más diverso, fragmentado y multipolar? Si los bancos centrales están apostando por el oro como nunca antes, quizá estemos viendo una señal del mundo que viene.

Carlos Lasure.
Responsable de Estrategias Mixtas en Ibercaja Gestión

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