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En 2016, un modesto equipo inglés, el Leicester, consiguió ganar la premier inglesa, lo hizo con un puñado de jugadores en los que nadie creía. ¿A qué viene esto se preguntarán? Pues porque la analogía me viene al pelo para hablar de mercados financieros. Mientras todos los artículos se han centrado en la favorable evolución de la deuda española e italiana, y el efecto que ha tenido en las carteras, pocos han mencionado que la deuda portuguesa ha sido el activo con mayor rentabilidad y menor volatilidad dentro de la deuda soberana europea grado de inversión. Al igual que pasaba con el Leicester, nadie parecía creer en Portugal, una economía pequeña, con elevado endeudamiento y alto grado de morosidad en su sistema financiero. ¿Qué han visto los inversores para mostrar su confianza en el país luso? Quizás, un crecimiento que se estima equilibrado para los próximos dos años, un superávit primario por encima del 3% y un déficit previsto para este año del -0,2% -que ya quisiéramos para nosotros. Todos estos elementos han llevado al bono portugués a 10 años a mínimos históricos, pagando solo 11 puntos básicos por encima del español, algo nunca visto. Este movimiento nos hace recomendar prudencia y es que el reducido tamaño de la economía portuguesa la hace más vulnerable a flujos de salida lo que podrían penalizar su evolución de cara a final de año. No hay que olvidar que al año siguiente el Leicester se quedó al final de la tabla.
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