Research Department: Collaborations
04-04-2022

Haciendo números con la inflación

Santiago Martínez. Diari de Tarragona.

Después de más de una década con riesgos deflacionistas, desde el segundo semestre de 2021 estamos viviendo el fenómeno contrario: el retorno de la inflación. La recuperación de la demanda en 2021 tras el desplome de 2020 fue más rápida de lo esperado, lo que provocó desajustes frente a una oferta que reaccionó con retraso. Los casos más patentes fueron los de microchips (que causaron paradas de la producción en sectores como el automovilístico) y materias primas, sobre todo energéticas, por su importancia en las cadenas de producción y de consumo mundiales. El proceso natural de adaptación de la oferta a la demanda ante los beneficios de vender a mayores precios hubiera permitido una normalización en la mayor parte de los sectores al cabo de unos trimestres. Desgraciadamente, la guerra de Ucrania ha impedido esta adaptación, pues los países implicados se encuentran entre los principales exportadores de materias primas energéticas, industriales y agrícolas. Las sanciones a Rusia y la todavía insuficiente recuperación de la oferta de petróleo tanto de la OPEP como de Estados Unidos han originado una fuerte subida del precio del barril de brent, que promedia 111 dólares desde que comenzó la guerra frente a los 71 de 2021 y los 44 de 2020. El precio del gas, cuyo principal suministrador a la Unión Europea es Rusia, también se ha disparado – a 130 euros por MWh frente a menos de 50 en 2021 y 10 en 2020 - y tiene un papel determinante en la fijación del precio de la electricidad (de hecho, la correlación desde 2021 del precio del gas con el IPC de la electricidad ha sido del 96,6%, superior incluso al 81,2% del precio del gas con el IPC del suministro de gas). Los precios del gas, la electricidad y los carburantes explican tres cuartas partes del aumento del IPC en España.

Dada la inelasticidad de la demanda, tanto el precio del petróleo como el de la electricidad detraen recursos que serían dedicados a consumir otros bienes y servicios. Desde la perspectiva de los hogares, el gasto en electricidad, gas y carburantes supone un 10% del total y, en febrero, sus precios crecían un 80,5%, un 17,3% y un 26,8% interanuales respectivamente. De mantenerse estas tasas durante todo el año, estas partidas costarían 20.000 Mn€ más que en 2021. Además, se están encareciendo otros grupos de consumo por el aumento de los costes y las expectativas de posibles problemas de suministro, en particular los alimentos y bebidas, que suponen más de un 15% del gasto de los hogares y cuyos precios aumentaban un 5,6% en febrero, lo que podría suponer un coste adicional del 5.000 Mn€ este año.

Entre 2020 y 2021 los hogares generamos un ahorro extra de 90.000 Mn€ que puede contribuir a paliar la pérdida de renta derivada de los encarecimientos mencionados, aunque supongo que a todos se nos ocurren mejores formas de gastar este dinero obtenido a base de muchas privaciones que en pagar los encarecidos recibos de la luz, el gas, la gasolina o el supermercado. Además, ese ahorro se generó de forma desigual y los gastos en alimentación, electricidad, gas y carburantes suponen un 30% del consumo de los hogares de menores ingresos frente a un 20% en los de mayores ingresos, de forma que la situación de los primeros se ha visto más deteriorada.

Las perspectivas son realmente inciertas, ya que el precio del gas podría dispararse en caso de que Rusia decidiese interrumpir el suministro a la Unión Europea. Esto nos debe recordar que, además de trabajar en medidas paliativas, conviene estar preparados para cualquier escenario y, sobre todo, que debemos afrontar problemas estructurales como nuestra dependencia energética.

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